Tiré una moneda al aire: si salía cara olvidaría todo lo ocurrido, si salía cruz lo intentaría con todas mis fuerzas.
Pareció como si la moneda tardara años en caer al suelo, pero cayó. La miré con las esperanzas de no equivocarme y entonces salió lo que me haría tomar mi decisión.
Cara. Tocaba olvidar. Aunque no lo veía posible lo intenté durante días, no la llamé ni la miré. Ni si quiera quería cruzarme con ella. Y entonces comprendí por qué había salido cara, para enseñarme que no puedo vivir sin ella. Que aunque salga cara no puedo olvidarla.
Una semana más tarde de la peor decisión que había tomado nunca, fui tras ella y le pedí perdón. Me miró sin comprender y me abrazó, ella también sabía que estábamos equivocados. Que estábamos totalmente enamorados.
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