miércoles, 23 de agosto de 2017

VIVIR

           A veces la vida nos hace pasar por momentos de reflexión, momentos en los que nos ponemos a pensar sobre ella misma. Nos preguntamos si nos lo merecemos. Si merecemos que aquel amigo tan especial desaparezca ahora. Si merecemos conocer a nuevas personas. Aquel regalo tan especial. La persona que está sentada a tu lado apretándote la mano. La pelea llena de gritos sin sentido. Todos esos besos de portal. Un desayuno de campeones (como dice mi madre). Ese libro que te hizo pensar. Ese abrazo que te quita todos los miedos. Esas lágrimas que te dan confianza. Aquella película que llevó a tantas risas en una sala del cine. Si merecemos la vida que estamos viviendo.
         Pero chicos, yo he dejado de pensar. Vivir. Es lo único que tenemos que tener en cuenta. Los momentos que vivimos son los que se quedan siempre en nosotros y las personas con quien los vivimos, aunque a veces desaparezcan. Son recuerdos de sonrisas. Son empujones a lo que viene después. De los momentos malos podemos sacar una lección y luego, después del tiempo suficiente, una pequeña risa. De los momentos buenos lo que podemos sacar mínimo es una foto, máximo un buen recuerdo para toda la vida (a veces unidos). Sin embargo, tanto de los momentos malos como los buenos, podemos sacar personas maravillosas. Si algo he aprendido de los momentos es que con ellos podemos distinguir a las personas importantes, a las que están ahí sin ser llamados. A los que te dan la mano sin importar que quemes o te la dan para compartir un sueño. Son quienes pueden no estar siempre, pero no te abandonan cuando los necesitas. Con los que puedes no hablar todo el día pero saben que te ocurre algo solo con leer un mensaje. Son las personas que te dicen: "Venga, algún día te reirás de esto conmigo". Y en ese momento sabes que estarán bastante tiempo junto a ti.
         Debemos dejar de pensar y permitir que la vida siga su camino. En ese camino nos cruzaremos con las personas que hagan falta solo porque la vida los quiere ahí contigo, en ese instante. A veces, encontramos a la persona que nos acompaña durante todo el camino y es maravilloso cuando lo llena de besos. Pero lo mejor de todo es seguir caminando sin más. Sin pensar. Ahí, en ese camino, decide el destino.