Ha empezado la primavera con
lluvia y encerrados en casa. No es una imagen muy coherente con la primavera,
¿no?
Es el Día de la Poesía y los
recitales inundan los directos de Instagram porque no pueden hacerse en salas,
no pueden hacerse con un público en directo, no pueden unirse las personas para
celebrar.
Es el Día del Síndrome de Down y
no podemos mostrar nuestros calcetines desparejos en lugares públicos, tenemos
que subir la foto a Facebook y que todos nuestros familiares lo compartan.
El primer día de la primavera, 21
de marzo, un día lluvioso en el que el Gobierno ha comunicado que estaremos 15
días más en casa, ha pasado algo que nos ha emocionado a todos: ha salido el arcoíris.
Un arcoíris que ha surcado todo
el cielo para recordarnos que debajo de todo lo gris se esconden los colores
que ofrece la luz. Que lo estamos haciendo bien, que saldrá el Sol y podremos tumbarnos
con él.
El día 9 de mi cuarentena ha
pasado algo precioso: la UME llegó a mi barrio diciendo que lo estábamos
haciendo bien, que nos aplaudiéramos nosotros mismos. Cinco minutos después, el
cielo nos ha regalado un arcoíris. “Señales”, me dice mi mente. Los que me
conocéis, los que vivís cerca de mí, sé que lo habéis sentido.
Las personas que estáis lejos, no
os preocupéis, volverán los abrazos. Solo hay que aguantar, llamarnos mucho,
demostrar amor por las pantallas, altavoces o a un metro de distancia en el
supermercado si es necesario.
Estamos en ello, nos están
cuidando quienes trabajan por nosotros. Agradecedlo. Guardad todos los besos. Nos
volveremos a ver.
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